Siempre resulta agradable encontrarse con amigos y conocidos en
algún lugar. En reuniones, convenciones, congresos, recitales… Es un aliciente.
Y uno de los alicientes es si, por razones del trabajo u otras, se te presenta
esa ocasión. Cuando uno está en activo estas cosas tienen menos mérito porque
generalmente ocurren como una más de las actividades que se desarrollan con
motivo del trabajo, pero cuando se llega a la jubilación, la cuestión no es tan
habitual. Aunque el jubilado es cierto que puede elegir las actividades,
también lo es que las oportunidades son menos. Parece que la sociedad ya no te
necesita —si te necesita alguna vez, ya que nadie es necesario—; que pasa de ti
y, entonces, si quieres seguir vivo
tienes que buscarte alguna actividad, asociarte a un club, pertenecer a un
grupo de “WhatsApp”, etc. Al día siguiente de la jubilación, el teléfono deja
de sonar. Parece que hayas desaparecido de la circulación, como me recordaba un
entrañable amigo.
En el mes de mayo
pasado tuve ocasión por tercera vez de encontrarme con amigos y conocidos cuya
actividad principal es literaria. Fue en Gilet con motivo del tercer encuentro
de POETAS Y REALIDAD. Allí nos reunimos más de 50 bates que en condición de
aprendices o de expertos intercambiamos experiencias, libros, ideas,
ilusiones…, y nos ponemos al día de lo que se lleva por ahí. Uno de los libros
que cayó en mis manos fue una antología, la primera, de los encuentros que
desde hace tiempo se celebran en Gredos, dos veces por año, con el título Poética de Gredos. Se trataba de la
primera antología, editada en 2013, con poemas de 28 poetas, entre los que se
encuentran: María Teresa Espasa, Carmen Fabre, María Sangüesa, Ana Galán y
Stella Manaut. Es la mejor manera de no sorprenderse cuando lees poemas que no hay por donde cogerlos; de estar al
día y penetrar de algún modo en las corrientes nuevas; de no anquilosarse: de
participar de eso a lo que aludía Jaques Barzun cuando aseguraba que «(…) el
efecto estimulante de derribar la ortodoxia es una constante cultural». Es un
acicate que permite progresar y descubrir nuevos caminos por mucho que surjan
tendencias incomprensibles. Lo mismo ocurre, obviamente, en todas las artes.
Pensemos un poco en la pintura o en la música en donde, por ser más popular que
la poesía, parece más evidente.
Stella Manaut es
hija de un famoso pintor valenciano —algunas de cuyas obras guarda y expone en
un interesante museo—, poeta, novelista, ensayista y, especialmente, actriz,
capaz de transformar una narración en una obra teatral. Me regaló el dibujo que
adjunto. Es una persona encantadora y se me ocurre, para cerrar esa referencia,
copiar una estrofa que aparece en la antología citada:
Desgrano cada segundo
para que me duren
y los voy guardando
en mi caja de remansos,
no vaya a ser que los necesite
todos juntos para alargar
las tardes junto a ti.
y los voy guardando
en mi caja de remansos,
no vaya a ser que los necesite
todos juntos para alargar
las tardes junto a ti.
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