martes, 24 de julio de 2018

STELLA MANAUT


Siempre resulta agradable encontrarse con amigos y conocidos en algún lugar. En reuniones, convenciones, congresos, recitales… Es un aliciente. Y uno de los alicientes es si, por razones del trabajo u otras, se te presenta esa ocasión. Cuando uno está en activo estas cosas tienen menos mérito porque generalmente ocurren como una más de las actividades que se desarrollan con motivo del trabajo, pero cuando se llega a la jubilación, la cuestión no es tan habitual. Aunque el jubilado es cierto que puede elegir las actividades, también lo es que las oportunidades son menos. Parece que la sociedad ya no te necesita —si te necesita alguna vez, ya que nadie es necesario—; que pasa de ti y, entonces, si quieres seguir vivo tienes que buscarte alguna actividad, asociarte a un club, pertenecer a un grupo de “WhatsApp”, etc. Al día siguiente de la jubilación, el teléfono deja de sonar. Parece que hayas desaparecido de la circulación, como me recordaba un entrañable amigo.
            En el mes de mayo pasado tuve ocasión por tercera vez de encontrarme con amigos y conocidos cuya actividad principal es literaria. Fue en Gilet con motivo del tercer encuentro de POETAS Y REALIDAD. Allí nos reunimos más de 50 bates que en condición de aprendices o de expertos intercambiamos experiencias, libros, ideas, ilusiones…, y nos ponemos al día de lo que se lleva por ahí. Uno de los libros que cayó en mis manos fue una antología, la primera, de los encuentros que desde hace tiempo se celebran en Gredos, dos veces por año, con el título Poética de Gredos. Se trataba de la primera antología, editada en 2013, con poemas de 28 poetas, entre los que se encuentran: María Teresa Espasa, Carmen Fabre, María Sangüesa, Ana Galán y Stella Manaut. Es la mejor manera de no sorprenderse cuando lees poemas que no hay por donde cogerlos; de estar al día y penetrar de algún modo en las corrientes nuevas; de no anquilosarse: de participar de eso a lo que aludía Jaques Barzun cuando aseguraba que «(…) el efecto estimulante de derribar la ortodoxia es una constante cultural». Es un acicate que permite progresar y descubrir nuevos caminos por mucho que surjan tendencias incomprensibles. Lo mismo ocurre, obviamente, en todas las artes. Pensemos un poco en la pintura o en la música en donde, por ser más popular que la poesía, parece más evidente.
            Stella Manaut es hija de un famoso pintor valenciano —algunas de cuyas obras guarda y expone en un interesante museo—, poeta, novelista, ensayista y, especialmente, actriz, capaz de transformar una narración en una obra teatral. Me regaló el dibujo que adjunto. Es una persona encantadora y se me ocurre, para cerrar esa referencia, copiar una estrofa que aparece en la antología citada:

Desgrano cada segundo
para que me duren
y los voy guardando
en mi caja de remansos,
no vaya a ser que los necesite
todos juntos para alargar
las tardes junto a ti.

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