BRISA AHORA, TIERNA
BRIZNA ANTAÑO (05ediciones 2010)
Vigésimo séptimo
Tú siempre decías que preferías la mar.
Un
punto soleado movible
en cualquier lugar de la costa. Después de abrir la
puerta frío,
por caminos y montañas, entre
parajes desconocidos e infrecuentes llegaba la nieve.
¿Cuándo llegaremos al mar? Te recuerdo ahora
como eras
en aquellos días píos de invierno, otro invierno, otro invierno,
otro... Espero llegue pronto alguna primavera abertal, verano cálido.
El
invierno con su torva
te
absorbía, pero al fin llegó el amanecer
cuajado
de gotas de anémonas minúsculas
y de un
sorbo reconstruyó en tus ojos
la
creencia. ¡Oh, cómo admiré entonces tu
resuelta andadura,
el coraje
de tu magia, tu dominio!
Tú
siempre llegabas al mar,
al mar del frío y desconsuelo.
Los epítetos jugaban con las
oraciones mientras se bifurcaba
el encanto.
Las
sirenas construían fábulas y ensamblaban versos.
Las oceánidas hablaban de libertad y trama
social.
Los peces
viven el cuerpo en su totalidad,
pasan de la fusión a la confusión con el otro,
unen presencia y ausencia.
Yo creo que los peces saben que existen, ¿tú qué crees?
El pez sonríe a la inefable
dicha de las olas. El pez siempre sonríe.
¿No contestarás a mi enredo? -conjeturo-.
Sigues sentado en tu cuadratura.
Apenas recuerdo en ella ni
mi figura ni tu faz.
Ni siquiera el símbolo de letras que componen tu asonancia.
Voy a fundir entre tus cálculos las escamas de colores.
La soledad, vibración sollozante sobre universo de mar.
Vigésimo octavo
Era sencillo. El tapiz donde
las rayas del tiempo
ilustraban
la configuración de un nuevo
modelo de estructura
ocultaban el rostro de la
pena.
Tal vez el estigma de la
memoria lo realce.
Enhebraré en el altillo de la
luna sus carámbanos.
Cuántas puertas de llanto,
por el collar de la bruma, separados.
(Brisa
ahora, tierna brizna antaño, 2010)
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