Antonio Mayor Sánchez, segundo de izquierda a derecha (V recital de APRJUV) |
PARA UNA MUCHACHA HERIDA
Alta y silenciosa como una
columna de niebla,
casi transparente como un
pino de humo,
sólo su cadera áurea
brillando al último sol;
los pies negros, embreados
de sufrimiento,
los que la habían traído de
lejos…
En sus manos había senderos
anudados al sueño,
misteriosos recorridos de
ligeras venas azules,
brumas con cardumen, joyas
de inaudito tacto,
arenas sopladas y una sed de
infusiones;
había una cesta de palabras
y pan de comulgar.
Pequeñas caricias
interrogantes escapaban,
y una ablación de vino
oscuro se obstinaba adentro.
Pero fueron sus ojos los que
fueron y vinieron;
viajaron –en ambos extremos
de un relámpago–
y conmovieron mi vientre
malherido del rayo.
Y lo supe todo de su sabor
sin labios.
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